27.6.25

Sirat: bombos peligrosos y otro tipo de insurgencia.


Tras visionar Sirat en una sala de cine, me propuse investigar un poco sobre la película de Laxe mediante algunas de las entrevistas que ha concedido a los medios de comunicación. Quería poner en contexto alguna de las reflexiones que extraigo de esta gran película ganadora de un premio en el Festival de Cannes. Para mi sorpresa, pude comprobar que el director no solo estaba bien asesorado al respecto del mundo de las raves con los típicos estudios cual escritor de novela histórica, sino que dado el calado en su análisis y aporte sobre esta subcultura electrónica, entendí (apenas conozco de él lo que deduzco de sus películas, sin entrar en su vida personal) que él forma parte (a su manera) de esta comunidad a-sistema que reproduce estados mentales (mediante química y volumen sonoro) similares a lo que los druidas del pasado pretendían en sus sociedades antiguas.  

Sirat está siendo aclamada allí donde se presenta, en cada una de las salas de nuestro país, con una excelente recaudación para ser cine no comercial. Con el Premio del jurado en Cannes bajo el brazo como carta de presentación la película de Laxe se ha convertido en todo un fenómeno capaz de llenar salas de cine, con la dificultad que conlleva por el mero hecho de ser una película española. 

Unir cine de autor con cultura rave era una apuesta muy atractiva, y dado el planteamiento y situación en la que se encuentran los actores con sus vivencias, todo parecía apuntar a la típica película endogámica para super cinéfilos y tribus culturetas elitistas. Pero la historia y las reflexiones que plantea Sirat, más allá de si se está de acuerdo con ellas o con la forma en que se plantean, son en realidad universales, y trascienden más allá de lo que practican, especulan y desarrollan una ínfima minoría de la población que como nómadas del pasado practican una huida a su pasado personal, sus infiernos interiores, o su opresión por un capitalismo dominante que recorre todo hasta provocar asfixia física y mental.


Me decidí a escribir unas líneas tras escuchar en boca del director el nombre de 
Spiral Tribe, uno de los proyectos filosóficos y de vida más contundentes del mundo que rodea la música techno desde finales de los años 80 con el inicio del segundo verano del amor (acid house) y las posteriores fiestas ilegales (raves) en el Reino Unido que fueron perseguidas legalmente y desde el Parlamento por los tories (Thatcher y más tarde John Major). Era la archiconocida Criminal Justice Bill de los inicios de la década de los noventa del pasado siglo. Tras la proliferación cada vez más masiva de fiestas rave, se legisló contra ellas recortando libertad de movimiento en ciertos aspectos y lugares públicos para impedir el crecimiento de esta cultura que plantaba cara, a su manera, a las políticas ultra capitalistas del gobierno conservador. Se llamó Public Order and Criminal Justice Act, lo que provocó una serie de protestas multitudinarias en todo el país. Los llamados travellers o crusties (de forma despectiva) se rebelaron contra esa ley que consideraban criminal. Aún recuerdo grabar en cinta VHS videos en la MTV del grupo británico The Drum Club, mis travellers favoritos, o del grupo de rock, electrónica y rap Senser, que llegaron a actuar en directo en tierras españolas (Espárrago Rock). 

Numerosas asociaciones, grupos organizados, grupos de música (Dreadzone, Spiral Tribe, The Drum Club, D*Note, etc) se manifestaron, pero no pudieron detener la ley que comenzó a aplicarse en todo el territorio. Hay constancia en videos musicales que muestran aquellas protestas, como el de Dreadzone y su canción Fight the power, parafraseando la mítica canción del grupo de rap estadounidense Public Enemy

Volviendo a la referencia capital de Spiral Tribe, hay que recordar que armaron un sello discográfico, Network 23, y que uno de los miembros de su Asociación se llamaba Jeff 23. De ahí que el número 23 tuviera un significado más allá que el numérico. Se convirtió en un elemento definitorio de la cultura techno alternativa al universo hedonista de los clubes de las islas, y del resto del mundo. Un guiño a esta cultura hubiera sido renombrar la película como Sirat 23


De los estertores de todo aquello, sobrevivieron grupúsculos que mantuvieron la llama, el espíritu de aquel movimiento neo hippie, ciberdélico, y a sistema (no se enfrentan directamente) que de forma dispersa seguían celebrando en distintos lugares de Europa, África y Asia (Goa es un referente para los niños de papá que desean vivir experiencias sensoriales bajo el consumo de drogas psicodélicas y alto volumen de música trance). En España se mantuvo, tras el bajón de la fiebre hard techno en la zona de Valencia y posteriormente Cataluña, esta cultura en algunas zonas del país, organizando fiestas que atraían a distintos grupos de otros países (Francia principalmente) y que se celebraban en lugares apartados y poco poblados de nuestra geografía. También en lugares más remotos como los que refleja el director de este film: Marruecos y zona del Sáhara Occidental con la frontera con Mauritania. 

Es importante destacar (y así refleja Laxe a estos personajes) la importancia que reciben los protagonistas, donde examina el verdadero significado de esta subcultura que va más allá de lo meramente juvenil y hedonista. Y que muta en la forma que vemos por esa ley reaccionaria y restrictiva que se aplicó en el Reino Unido allá por 1994. 

Aparte del punto de inflexión a mitad de la película, que obviamente abre "otro melón" filosófico, lo que me gustaría destacar, además de la soberbia banda sonora que nos sitúa más allá de lo meramente estético y la fotografía (un protagonista más integrado a la perfección) esplendorosa, es ese culto tan bien explicado en el inicio del film, el del neo totemismo posmoderno que ahora se muestra con esos monolitos sónicos llamados altavoces, cajas, subwoofers, etc, que se enfrentan a una sociedad globalizada que consume a una parte de la sociedad. Esto se ha agudizado tras la pandemia del Covid-19, adoptando una forma espiritual donde la fe se mueve en forma de ondas sonoras a grandísimo volumen. La introspección, ese castillo interior al aire libre, se genera mediante bombos intensos y rítmica repetitiva y minimalista que te eleva a ese otro éxtasis llamado trance (musical). 



La película llama en todo momento a una esencial frase convertida casi en dogma por los travellers, que en pleno inicio de una supuesta III Guerra Mundial cobra todo su sentido: Free music for free people. Un lema que significa anticultura por ser un rechazo a las normas y valores capitalistas impuestos por la sociedad dominante.

Laxe muestra a la perfección esta idea, además de otras como la autogestión e independencia como formas de vida, ya que se puede comprobar desde las primeras secuencias que esas raves están organizadas de forma colectiva y autónoma, en contraposición (en la práctica, no solo en la teoría) al capitalismo. Con una lógico rechazo al beneficio inmediato y a la acumulación de riqueza mediante la explotación del hombre por el hombre. El niño que busca a su hermana es el primero que lo entiende, no el padre, que está más "intoxicado" de la ideología dominante, tiene el deseo de compartir lo que tiene porque ve otra practica social en los travellers. 

Por no hablar de esa potente idea sintetizada en tres palabras; Do It Yourself (DIY), que genera su propia cultura, readaptando todo lo que encuentran (esa secuencia en el castillo interior de cuatro ruedas donde se reparan esos inmensos tuits de altavoces. O de esa cultura viajera que salta de zonas autónomas a otras, de forma temporal, como cuando emigran las aves o los mamíferos buscando otras temperaturas, agua, comida. Y que buscan una especie de autogestión proto estatal, o anti estatal de trueque y cooperación social. 


Mi ideal de esta subcultura que usa la música electrónica techno (no siempre esa música)va más allá de una asociación ácrata sin mandos ni organización, sin objetivo alguno o misión que la de compartir sus gustos musicales y ver la vida pasar sin plantear una alternativa real al sistema dominante. Es cierto que en la película se refleja algo de este espíritu de huida constante de gente que no encaja o no quiere pertenecer al engranaje de una máquina mortal y sanguinaria en muchos sentidos. Lo interesante de todo esto es que estos
soundsystem DIY itinerantes son espacios isla donde no existen las jerarquías y donde se prioriza básicamente la comunión (no en un sentido estricto religioso) a través del baile, de la danza. 

La definición de Laxe "las raves son una comunión de cicatrices..." me parece muy certera. En la película vemos la estética de los personajes inmersos en una catarsis colectiva mediante el trance, a través del ritmo repetitivo, hipnótico, con tatuajes (las nuevas cicatrices) e incluso mutilaciones o problemas congénitos en sus extremidades que no son barrera para la búsqueda del éxtasis por la electrónica. Porque lo importante siempre es sentir el ritmo y despojarse de las miserias de la vida monótona, inflexible, y mortal (en vida). Bailar es la única salida para ellos/as, bailar hasta el fin, sin descanso hasta el amanecer. 

Por tanto, la catarsis es colectiva. Rave, danza, éxtasis, liturgia química y finalmente liberación (aparente) de una realidad paralela opresiva. Y el carácter liberador de las fiestas ilegales es total. 

Al día siguiente de ir al cine volví a releer el libro Derecho a la fiesta, de Harry Harrison, uno de los colectivos rave más importantes, y que tiene como hilo conductor con Sirat esa idea central de libertad, comunidad, transgresión, y "espiritualidad". De búsqueda, a través de la fiesta de una acción político-existencial que de poder a la gente para evitar la homogeneización y el control social. 



De ahí que en toda la película se sucedan secuencias e imágenes poderosas representando conceptos como:

  • Colectividad ritualla música repetitiva actúa como liturgia, un credo sin palabras, que une a los cuerpos bajo valores similares, que no identitarios.
  • Éxtasis político: la pista se convierte en territorio liberado, un “derecho a la fiesta” legítimo en medio de un mundo hostil.
  • Fuga y contracultura: a través de una comunidad raver que viaja (película clásica de carretera)para desmarcarse del sistema económico y social que les oprime y esclaviza de alguna manera. 
  • Rito iniciático: ya que tanto en la película como en el libro de Harrison, la travesía, con su desolación incluida, el riesgo del viaje (interior también) y la clandestinidad (son perseguidos por el ejército cuando irrumpe en la fiesta), simbolizan plenamente el paso a una nueva especie de conciencia, un camino hacia otro estado del ser. Y que es ahí donde la vulnerabilidad del film se acentúa con las criticas recibidas por un sector de la crítica especializada que diluye algunos aspectos sobresalientes de esta obra por obsesionarse en un segundo plano por la espiritualidad, por un análisis metafísico del mundo. 
  • Tensión y dicotomía entre libertad-control: el Estado (y sus fuerzas represivas) interviene para reprimir la fiesta. Algo que contrasta con la defensa del derecho a la libertad de expresión mediante un ritual dancístico llamado rave. Es finalmente un acto de resistencia política, y se refleja a la perfección desde el minuto uno en Sirat
  • Transformación y cicatrices: son físicas y emocionales, y que se muestran en los momentos más intimistas del fin. Esos ravers, que siempre son presentados en los medios de comunicación como una masa cuasi inhumana y antisocial, llevan en su mochila simbólica cicatrices de la vida capitalista, físicas y emocionales. Y su única cura es la fiesta DIY, su medicina, su salvación que alivia su constante vulnerabilidad. Porque ¿acaso es un crimen bailar y consumir música? ¿No es más bien un proceso de sanación colectiva más allá de un mero escapismo?
  • Ritos del pasado: tanto la travesía física por el desierto, como las marcas que quedan, participan de una especie de ritual de purificación y renacimiento. Incluso si se producen situaciones límite e intensas. 


De entre mis momentos favoritos de Sirat quiero destacar alguna escenas: el apilamiento de altavoces y trance inicial con la llegada del padre y el hijo integrándose en la caravana o más bien comunidad insurgente. Las cicatrices emocionales de los protagonistas y su catarsis colectiva, 
el abandono y la sanación interior. 


La escena del ejército disolviendo la fiesta como reflejo explícito
de control social y represión del espacio libre, algo importantísimo
para la comunidad raver. Y la fiesta como forma de resistencia y
sanación.

En resumen, Sirat, funciona espléndidamente porque muestra de forma
magistral que la cultura rave, el trance colectivo, y la travesía
espiritual frente al Estado represor, son manifestaciones de un mismo
impulso: recuperar la libertad, la comunión (o colectivismo), y un
modo de vida alternativo.
La tensión entre libertad y control: el Estado 
(y sus fuerzas) intervienen para reprimir la fiesta, 
esto contrasta con la defensa del “derecho a la fiesta” 
como resistencia política. Y así, la fiesta es el último 
reducto, hasta sus últimas consecuencias. Porque en medio 
del caos, del desastre humano, la celebración adquiere una 
potencia máxima simbólica e inigualable.



Las raves son una comunión de cicatrices… de la cultura 

rave me interesa ese elogio de la fealdad y de la cicatriz… 

asumir que estamos todos rotos… y buscar curarte… en una 

ceremonia en la que bailas, sudas, vomitas y ves tus fantasmas… 

pero, al final… una ceremonia sanadora.” 








2.2.25

Needle In Pain: Turntablismo ibérico.





La frecuencia cardiaca de Needle In Pain suele ser estable pero con altibajos, 33 latidos por minuto o 45, según diferentes parámetros. Las agujas de los tocadiscos que utilizo sufren dolor. El nivel de estrés y sometimiento de las agujas es alto. El motivo es la alteración intencionada mediante procesos abrasivos y contundentes de los vinilos viejos que son usados para generar sonidos nuevos y alterar los preexistentes que fueron instalados en cada surco de los discos editados. Esta vez como obra de arte en movimiento, ejerciendo una supremacía práctica sobre el cuerpo teórico del proyecto. 
O mejor dicho, NIP es un proyecto de donde la teoría se pone en movimiento, con gran importancia en la improvisación mediante la utilización de todo tipo de técnicas experimentales y de DJ estilo hip hop (una de las diferencias con respecto a otras propuestas reconocidas). 

Este submundo artístico de lo experimental en lo sonoro no se suele realizar en suelo peninsular. La única persona que conozco que usa de forma constante los giradiscos (alternando instrumentos de viento como el clarinete)es Pelayo Arrizabalaga, un curtido experimentador con una trayectoria impecable. Más allá de las propuestas de este pionero, desconozco la existencia de algo parecido. Fuera de nuestras fronteras, y a lo largo de las últimas décadas, aunque las primeras ocasiones datan de la década de los años 30 del pasado siglo XX. 

Algunos nombres de artistas son realmente importantes. Por ejemplo, John Cage, que en 1939 instruyó a dos músicos para manipular vinilos según frencuencia, tono, en tocadiscos de velocidad variable, para su composición "Imaginary Landscape Nº1". Unos años después, en la década de los 60, el checo Milan Knízák, usó vinilos rotos en tocadiscos, siendo su pieza escultórica "Música destruida", una muestra de esos trabajos sonoros. Fue una influencia importante en la obra de otro genio: Christian Marclay. Tal vez, junto con Emil Beaulieau (Ron Lessard) mi gran influencia, además de algunos DJs provenientes de la cultura del hip hop (Kid Koala, Terminator XDJ Zero... y el techno underground (Jeff Mills). 

Esto genera en Needle In Pain una gran riqueza en matices sonoros y propuestas más texturizadas inarmónicas y anti rítmicas a la hora de interactuar con herramientas para generar composiciones como son los vinilos dañados, reconfigurados de distintas maneras. Uniendo dos épocas: la más experimental y salvaje (Lessard y Marclay)con la actual con influencias de la cultura electrónica y urbana. 

El nuevo trabajo de Needle In Pain quiere demostrar el carácter escultórico del tocadiscos como ente central generador de obras experimentales en tiempo real. En este caso concreto mediante uso de piezoeléctricos y softwares de efectos. 
La publicación es en República Ibérica Ruidista y tiene una edición digital con 8 grabaciones y otra en físico, una obra de arte sonoro, un cuadro con vinilo manipulado con técnicas mixtas que incluye además de los 8 tracks, una grabación exclusiva.
Larga vida a Needle In Pain. 









28.8.24

MaXXXine: terrordome en Hollywood.







La primera pregunta que deberíamos hacernos tras visionar la película es si MaXXXine, del audaz Ti West, nos puede sirve para asentir o para desestabilizar ideológicamente el sistema de Hollywood, como diría el escritor y periodista Rafael Chirbes en una de sus publicaciones. No podemos olvidar que la meca del imperialismo cinematográfico es otro protagonista principal, aunque metafísico, y maneja a su antojo a esos seres que incluso de manera sangrienta tratan de escribir sus vidas lo mejor que pueden, creyendo en un futuro personal mejor, aunque realmente, y sin tener con conciencia de ello, únicamente pueden tomar algunos apuntes a pie de página de su propia obra vital.


El cierre de esta colección (trilogía) meta cinematográfica es una de las señas de identidad del director, porque trata de restituir a esas gentes que se buscan la vida intentando abrirse camino en la jungla de asfalto. Si rebobinamos, otros personajes ya padecieron esa enfermedad de la precariedad, véase la película Cowboy de Medianoche, de 1969. Ser "chapero" o estrella del porno es la metáfora con más o menos puntería de lo que en términos marxistas denominamos venta de nuestra fuerza de trabajo. En este caso, la carne y los genitales para encumbrarse a lo más alto de la fama. Es lo que desea Maxine, la protagonista del filme, ser famosa mediante la coartada del cine.

Y con ese hilo conductor, pero sin establecer un análisis crítico en las formas y moral de esa búsqueda, West, realiza un notable repaso de aquellos (cada vez más lejanos) años 80, que en plena era Reagan y a modo de ficción, muestra desde un punto de vista pop, la cultura e idiosincrasia de aquellos años, donde la ley del más fuerte y el más competitivo se establece en el auténtico marco de juego. Unas reglas, por cierto, que ya pasan factura en esa decrepitud capitalista. La estética del filme es el universo gore ochentero, las snuff movies, y cine giallo como referencias directas, pero para las masas.

Lily Collins lo explica genial en su papel; tiene suerte de seguir rodando películas aunque no sea con papeles protagónicos, porque lo importante es pagar el seguro médico. Pregunta: ¿Hay algo más aterrador que eso?

El manejo del montaje y el ritmo en la película es de alguien que sabe que tiene talento e intenta que lo sepamos. La primera mitad de la película es apoteósica en ese aspecto, así como el uso de la música y los sonidos (donde el cine de terror sufre menos prejuicios en cuanto a experimentación). La selección de las canciones es perfecta y sin coger especial importancia, describen fielmente aquellos años, circa 1985.

Lo que más destaco, además del montaje y la música, es el guiño humorístico (sin rozar lo absurdo y la parodia) de todos los tributos que acontecen mientras se desarrolla la trama. Hay mucho simbolismo en cada secuencia, como por ejemplo cuando las cintas de VHS en el videoclub son salpicadas bruscamente de la sangre de uno de los actores secundarios. En mi opinión es la representación del asesinato de esa cultura del videoclub. Aparecen transeúntes disfrazados de Chaplin o Keaton.

West acierta en el casting. La protagonista Mia Goth parece haber nacido para rodar esta película. Su interpretación es descomunal. En cuanto al resto de interpretes la mayoría están cercanos a la excelencia a pesar de su escaso desarrollo psicológico. Mención aparte merece Kevin Bacon, un actor superlativo que construye un hito sobre la personalidad de un detective chusco y sin escrúpulos, amante de lo zafio sin saberlo, y con querencia por la buena vida pero que hace exactamente lo mismo que Renfield sirviendo a su amo. Aunque en vez de comer cucarachas bebe bloody mary. Verle actuar con su vestimenta invita a recordar una versión ácida y mugrienta de aquel detective con la nariz rota en Chinatown.


Su desaparición de la trama es sublime, pero más aún esa reyerta de retazos cinéfilos cuando persigue a la protagonista hasta el decorado de uno de los remakes de Psicosis. Es uno de los momentos delirantes de la película, aunque para llegar a ese éxtasis antes hay que ser cinéfago. De lo contrario, el carisma de la película puede desaparecer a los primeros compases.

Otro momento a destacar es cuando la protagonista acude a una discoteca de la ciudad angelina. Es una de las mejores secuencias de esa temática que se han rodado. Los ambientes y la música siempre son rodados de forma "cutre", sin el alma y la efervescencia que se generan en esos lugares tan especiales. El uso del la luz estroboscópica como parte de la estética es perfecta. Y si le añadimos que la canción elegida es "Welcome To The Pleasuredome" de Frankie Goes To Hollywood, todo cuadra a la perfección y eleva a categoría de arte esos momentos de diversión. Esa secuencia estaría a la altura de la discoteca del capitulo japonés de Babel de Iñarritu, el concierto de Bauhaus en el inicio de El Ansia, o el after post punk de Jo, qué noche. Lo que ocurre después más que placer es puro terrordome, como pocos años más tarde rapearían Public Enemy. La pincelada sonora de New Order con "Shellshock" significa que el director no es un garrulo con aspiraciones de posmodernidad. Está bien asesorado.


Lo peor: el final de la película donde readapta, a su manera, a De Palma mediante una crítica zafia al fundamentalismo mesiánico y ultraconservador, hilo conductor de la película. La sobreactuación (queriendo o no) del reverso antagónico de Maxine, es puro vertedero. Mejor que no hubiera descubierto su rostro porque su pésima interpretación (incluyo a su pandilla de chalados ultracatólicos) acaba con una especie de ajuste de cuentas a lo Charles Bronson o inspector Callahan.

En definitiva, esa marea de revisiones atractivas sobre aquel otro cine, no es más que la necesidad de la industria del cine de readaptar y homenajear a esos trabajadores en EEUU que desarrollaron sus carreras en aquellos años de conservadurismo y de reverencia a la farlopa.

Nota: 6.5/10





18.6.24

Acerca del uso del ruido en la música popular



Acerca del uso del ruido en la música popular es el título que he elegido para esta especie de reflexión, algo diferente a lo que podríamos señalar como un pequeño artículo. He buscado el tiempo que no tengo porque la temática me obsesiona desde hace varios lustros. Y porque la apuesta de largo del autor (tras décadas escribiendo sobre música y cultura) bien lo merece. Bien, se trata sobre la reciente publicación en Alpha Decay de Un cortocircuito formidable: de los Kinks a Merzbow: un continuum del ruido, libro del crítico y divulgador cultural (i altres coses mésOriol Rosell

Este acercamiento a la historia del uso del ruido en la música popular y la experimental, consta de 235 páginas (si no me equivoco) y debería cortocircuitar los prejuicios de la gente acerca de los ruidos (siempre con connotaciones negativas y opuestas a la música). Incluso a los que detestan profundamente cualquier tipo de ruido. Desconozco si esa era la idea original, pero desde el inicio, incluido el más que correcto (por definitorio y sintético) prólogo de Javier Blánquez, hasta el último capítulo, se nos avisa de que esta publicación no es un trabajo exhaustivo sobre el tema en cuestión. Algo que agradecerán los que llegan a él desde el desconocimiento pleno de ciertos estilos y corrientes musicales, que por otra parte, están alejados del público (incluido el más joven). 

Mi percepción es que aún así, sí que explica de manera sencilla y clara (para las masas) cuales son las bases del marco teórico y práctico que incitaron a que en el pasado siglo (en sus inicios) el uso de sonidos atonales, estridentes y nunca antes considerados música, sirviera a ciertos proyectos musicales (académicos, populares y experimentales del submundo underground) como una vía correcta de expresión, aunque solo fuera a un nivel meramente estético. Y lo complicado del asunto es que esa aparente claridad arroja luz, más que dudas, en este proceso gnoseológico con forma de pequeño libro. Y eso es todo un logro.

Desde un punto de vista que podríamos considerar de acracia lúcida, los derroteros que sigue Rosell en el libro son los de mostrar ciertos aspectos nodulares, y diría también que azarosos, de lo que a la postre sería el fenómeno y referente contracultural más destacado del siglo XX, el ruido como elemento creativo, de comunicación, y de arma arrojadiza en el arte. Lo más destacado para él, y no desde un punto de vista únicamente estético, desde el subjetivismo (obviamente) con fundamento, es que repasa momentos que cambiaron la historia de la música reciente, con discos y nombres de referencia, en un sentido amplio, que gustará seguramente a los neófitos y amantes del pop y el rock más minoritario. 

Lo que resulta paradójico es que un libro (necesario y ameno) como este, se publique en un tiempo que en mi opinión podría considerarse como el de la resaca del noise. Ya que su época de esplendor, al menos a nivel popular y contracultural, al margen de lo académico y aparentemente serio, abarcaba la última parte de los años 70 del pasado siglo hasta la mitad de los años 90, cuando ya los sonidos más ruidosos (por ejemplo en el ámbito del rock) estaban tan familiarizados que en los bares la juventud sónica escuchaba a grupos de rock marcadamente ruidosos sin que nadie se "tirara de los pelos". Algo que ahora sería impensable en la cada vez más aséptica música pinchada en los "locales de marcha". En cierto modo, y permítanme la expresión, "vamos como los cangrejos". 

Es más, en El ruidismo como realidad sonora: la rebelión contra el arte burgués, publicado en la revista digital Sul Ponticello el 7 de mayo de 2015, un artículo que escribí y donde di rienda suelta a mi pensamiento en ese momento sobre el ruido, su uso como herramienta para el arte (ruidismo), y las consecuencias directas e indirectas que tiene según su uso (más allá de lo estrictamente musical),  recibí ciertos comentarios de músicos de los 80 que participaron de ello de manera protagónica, y de manera crítica, alegando que eso del ruidismo como concepto de arte en la música y de expresión social y generacional ya estaba más que superado. Y que debería ser condenado al rigor mortis. Esa subjetividad repleta de prejuicios (por motivos que desconozco) no era para nada creíble. Pero no porque no tuvieran parte de razón, que la tenían, sino porque hasta la última coma olía a derrotismo.

En el primer párrafo de ese artículo escribí lo siguiente: "La finalidad del ruidismo como movimiento estético y "musical" consiste en la oposición a los atractivos de las formas sonoras ya hechas de antemano, las consideradas como tradicionales. Pero deberíamos preguntarnos si en la actualidad el ruidismo como género contundente y visceral por antonomasia es aún el gran movimiento de reacción capaz aún de cambiar la música". 

Casi una década después, no cambio ni una coma. Y lo mejor, nueve años después se publica este imprescindible y atractivo libro, que ni es libelo (lo que dirían sus críticos), ni una enciclopedia (ni falta que hace), ni un testamento de algo caduco y muerto. Todo lo contrario, es una guía (ciertamente incompleta y puede que imperfecta en algunos aspectos) con una visión alternativa, muy global, y nada sectaria (todo un acierto), que ayudará (yo diría que iluminará) a algunos a quitarse el pasmo que la élite cultural dominante ha instalado en sus cerebros desde bien niños. En realidad, este libro está publicado "a contrapelo" contra ciertas modas actuales que con sus latigazos etéreos y de sobredosis de acoples y reverbs de bubblegum, nos empalagan hasta la saciedad. Lo acertado de la óptica elegida por Rosell es precisamente esa, la de no arrinconar aún más un estilo (o varios, porque son muchos) o más bien una manera de usar el ruido, que ya de por sí, está encarcelado en las mazmorras de lo minoritario. 

Así pues, mis sinceras felicitaciones al autor por escribir y condensar todo su pensamiento de años al respecto del todopoderoso ruido infiltrado en las músicas populares. Y también a Alpha Decay por sacarlo a la luz y no permitir que estuviera en un cajón guardado o en el mejor de los casos, escrito para una minoría en algún fanzine (imagino) de corto recorrido en la distribución.

El libro es muy ilustrativo de lo que fue esa corriente (muy diversificada y en ocasiones antagónica), y desbroza la tradición noise desde sus orígenes futuristas (acertadamente propone como piedra angular a Luigi Russolo) hasta el uso de la música popular de las estridencias atonales, la música industrial, el llamado japanoise y la electrónica más ruda y anti melódica. La conexión está ahí, Oriol Rosell la muestra en sus seis capítulos (incluido el epílogo), y es todo un acierto frente a las visiones sesgadas y estanco que ciertos gurús de la crítica musical (principalmente de la electrónica) han ofrecido habitualmente desde hace años. Pero la realidad es tozuda. Más aún, la verdad es revolucionaria. Y este libro tiene mucho de verdad.

El nexo aparentemente inexistente entre El arte de los ruidos de Luigi Russolo, Pierre Schaeffer, The Kinks, MC5, el Lou Reed de Metal Machine Music, Throbbing Gristle, Monte Cazzaza, Emil Beaulieau, Hijokaidan, Boredoms, Masonna, Hanatarashi, Toshiji Mikawa y Earth, es irrefutable. Un cortocircuito formidable defiende esa tesis, que en mi opinión es acertadísima.

Pero no me sorprende, ya que desde hace años conozco la posición de Rosell acerca de estos temas, y también de que estaba "rumiando" la idea de publicar un libro introductorio y total sobre las distintas propuestas sonoras y acercamientos al ruido como elemento primario para la expresión. 

De cualquier modo, este acercamiento  transversal y anti sectario es arma contra las mentalidades obtusas y cuadriculadas, donde la historia del ruido en la música (que no la historia musical del ruido) explica mejor que algunos historiadores revisionistas y positivistas, el pensamiento y el devenir sociocultural de los últimos cien años, a través de unas músicas (perdón he dicho música) que de forma oculta y soterrada nos han acompañado (cuando rompían el silencio impuesto de la dictadura capitalista) sin que nos diéramos cuenta. Este libro, que os recomiendo encarecidamente, es muy didáctico, nada neutral (afortunadamente), algo denso por la cantidad de información y de nombres desconocidos para el gran público, pero muy ameno. 

Con un estilo certero que aparca saturaciones hipster impostadas y traídas de la tierra de las barras y estrellas, el libro ayuda al común de los mortales a desentrañar los tipos de propuestas diferentes que algunos grupos y artistas han desarrollado en sus contexto histórico y cultural. 

En los años 60 del siglo pasado The Kinks (interesante inclusión del grupo británico en este libro sobre ruido que alertará a los adictos radicales del japanoise), los escoceses The Jesus & Mary Chain, (icónica banda del indie rock), o Masami Akita con su heterónimo Merzbow (todopoderoso dios del ruido para el público más generalista). 

¡Importante! 

Esto significa que no es un libro sobre japanoise, y demás subgéneros radicales del noise más crudo. Gustará tanto a los más eclécticos y anti talibanes amantes del rock menos anquilosado, como a los completistas de discos de William Bennett y sus compañeros cabrones de viaje ultra noise rock. Porque en definitiva, quien piense que en un libro no puede compartir páginas Kevin Shield, Throbbing Gristle o Whitehouse, es que no tiene ni idea, independientemente de lo que se piense de las producciones musicales de los artistas citados. 

Repito, no es un libro de ruidismo (ese concepto-definición de los años noventa que tanto amo), sino del uso del ruido como elemento creativo tanto en la música popular (contracultural o no) como en la académica (vanguardista o no). 

Es cierto que no soy crítico cultural, ni articulista, ni prescriptor, ni columnista, ni entrevistador. Aunque he ejercido en algunos momentos de mi vida de todo ello, pero quiero que sepan que para quien les escribe, el ruido es un ineludible sismógrafo de la época imperialista industrial y postindustrial, que oscila desde el último tercio del siglo XIX hasta la actualidad. 

La cuestión es que ese recorrido de la música y el ruido, que incluso genera la propia sociedad interactuando en la naturaleza, y de ¡la propia naturaleza! (más ruidosa aún que el mundo urbano que generamos la humanidad), ha sido apartada durante décadas, incluso censurada como algo aberrante y degenerada. 

Por mi parte, el noise, ruidismo, o como queráis denominarlo, más allá del uso fagocitado del pop y del rock de la industria musical, es más necesario que nunca. Y aunque ha sido usado a nivel estético por gentuza fascista (que levante la mano el género musical que esté libre de grupos y música nazi), o por gobiernos autoritarios y dictatoriales (ráfagas de ruido contra manifestantes en la calle o presos encarcelados), el ruido es más que liberador, es simplemente un elemento natural más de nuestro mundo. Por cierto, sobre la cuestión del ruido como elemento represivo contra las masas revolucionarias, mi amigo Kamen Nedev podría realizar un master al respecto. No tengo duda de ello. Sin contenido político de lucha contra el poder, las propuestas noise aparentemente más viscerales, son inanes, inofensivas, y hasta cierto punto ridículas (en el mejor de los casos).

Como hijo de obreros y como obrero ocasional durante algunos años de mi vida, lo que para cierto tipo de gente es algo estridente, molesto (por atonal, anti armónico y arrítmico) para mí, el ruido (la mayoría de ellos) es la banda sonora de una clase social (la mía) que no se perturba con los decibelios "gruesos". Encuentro en ellos más musicalidad (perdón por describirlo así) que en ciertas partituras de compositores clásicos y populares. Algo muy Russoliano, por otra parte. Partiendo de lo que la gente considera ruido (algo molesto e insoportable a nuestros oídos), un pasodoble militar es para quien les escribe mucho más insoportable que los sonidos de una depuradora a pleno rendimiento, o una línea de producción de botellas de cristal para zumo (donde estuve trabajando durante un buen tiempo).

Lo que conocemos como noise es la antítesis de la tradición, y lleva años dando muestras de que es algo más que una dicotomía entre formalismo y antiformalismo, algo de lo que tal vez no se parte en el desarrollo de los capítulos, no le interese o tampoco sea operativo (a nivel ideológico) para el autor. 

Tal vez es que al deglutir el libro en un par de días, no he percibido "ese más allá" que esa dicotomía. Pero lo que queda muy claro es la intención de Rosell de mostrar este universo cuasi paralelo, como una manifestación cultural con un concepto del universo sonoro incompatible con la oficialidad y el orden inoculado en cada uno de nosotras y nosotros. 

La cuestión es si todo esto ya ha quedado caduco, puesto que el sistema económico capitalista, con su orden cultural y su ideología dominante, se ha apropiado (destruyendo toda la parte subversiva y abrasiva) de todo lo que representaba el noise como antítesis al poder establecido. No hay más que escuchar los ruidos domesticados de ciertas producciones comerciales de pop y R´N´B. Es ahí donde la "esencia" del ruido desaparece por el alcantarillado porque se empasta con la melodía. 

Si es melodía, no es noise. Digo esto como frase lapidaria, para sintetizar de forma radical mi filosofía sobre estas cuestiones, y para dejarlo claro. Por eso, los oyentes, mayoritariamente pueden aceptar ruidos en las producciones de música pop (no en el sentido de popular), pero nunca escuchar más de un minuto la saturación ruidosa e irritante atonal y anti armónica de un sonido que se eterniza durante minutos, o incluso horas. A no ser, por cierto, que se acompañen de imágenes en una proyección, o una película. Pero eso es harina de otro costal y que merecería otro artículo. Os pregunto: ¿Dónde están los sonidos ásperos, marcadamente sucios y molestos en esas producciones aparentemente super avanzadas? Enterrados, la industria musical no los permite. Que os quede claro. 

El conflicto estético, más que simpleza formal, lamentablemente no nos llevó a situarnos en ese motor de la historia llamado lucha de clases, en un sentido creativo y de organización, que nos debía llevar a un cambio transformador, que imagino es a lo que la gente decente aspira toda su vida. Al final, y aunque me cuesta escribirlo años después, el objetivo y resultado de una parte (no todos) de este tipo de propuestas (por muy radicales que sean) ha consistido en desorganización y destrucción derrotista, con una única finalidad que se sustentaba finalmente (y a niveles prácticos) en una oposición sin transformación, en un individualismo sin más poder que el de representar la angustia dentro de un sistema económico feroz y asesino. 

Mayoritariamente los músicos que hemos usado el ruido como herramienta compositiva y de expresión, hemos caído en algunas ocasiones en esa corriente mayoritaria. Es normal, en el mundo de la contracultura musical, también existen ideologías "dominantes" subterráneas que se manifiestan paralelamente a la mayoritaria y auténticamente dominante. 

Y el resultado es lo que tenemos, el noise como tradición (quien lo iba a decir) y elemento de estudio, y la fagocitación de sus premisas estéticas por los que siempre fueron, son, y serán nuestros enemigos (de clase). 

Partiendo de las palabras finales de Rosell en el libro, pero con otra idea similar, definitivamente considero que hay que seguir luchando aunque se fracase, porque al final llegará la victoria. Porque el ruido sí podrá vencer, saltando por encima de sus mil fracasos. De eso estoy seguro. Al menos, con este libro ya tenemos una batalla ganada. Ahora toca ganar la guerra.

Vivan los ruidos. ¡Larga vida al noise!

13.6.24

Furiosa: óxido, arena y ruido.



La película Furiosa es la continuación pluscuamperfecta y operística de la saga Mad Max. Presentada como la precuela de la revisión que el propio director realizó en 2015, esta nueva entrega tiene como ingredientes altas dosis de chapa, óxido, arena, ruido bello y venganza, adereza de una luz siniestra que se enfrenta a un caos dominado por sobrevivientes sanguinarios que tiempo atrás desterraron todo recuerdo humanístico. 

Los 148 minutos discurren como un kilómetro en autopista casi sin pestañear. Dividida en varios movimientos, George Miller, ya en su ocaso vital, nos regala un portento visual y de alto nivel en el montaje. Sin impactar tanto como la predecesora, y desarrollando el uso de ciertos efectos visuales digitales (bien gestionados), Miller estructura la historia al dedillo, sin opción a errores, estableciendo la justificación de la realización de una precuela, que es un recurso lamentablemente demasiado usado por los estudios de cine para ordeñar aún más beneficios. 

Pero en esta nueva entrega todo encaja a la perfección, excepto la presentación de un paraíso verde minúsculo en medio de un mar de arena gigantesco. Algo que resulta bastante inverosímil. La música de Junkie XL (Tom Holkenborg) no está a la altura de la anterior película, pero no importa, el verdadero protagonista es la sinfonía de ruidos de motor que haría resucitar a los pioneros del futurismo como Luigi Russolo. Esos rugidos maquinales son celestiales, y suenan como metáfora de la libertad raquítica que esos despojos humanos engrasan con sus vehículos: que son la única opción que tienen para circular en ese desierto teñido de violencia. 

La descripción del entramado económico y sanguinario de ese territorio apocalíptico explica su origen y desarrollo, en un equilibrio falso que rompe en mil pedazos un caudillo psicópata con ansias de proclamarse emperador que parece salido de una carrera de cuadrigas con cilindros. Me refiero al personaje Dementus. La lucha de clases entre la élite villana se agudiza a lo largo de la película, en paralelo al deseo de la niña protagonista de volver a su perdido paraíso familiar, pero antes debe que desencadenar su venganza contra los que destruyeron su infancia. 



La violencia es radical pero no gratuita, y se debe básicamente al conflicto generado por el control del entramado económico organizado y de poder, que se traduce en el dominio del transporte y del comercio  (trueque) mediante vehículos con potentes motores. 

Esos motores que rugen a lo largo de toda la película son coprotagonistas, dominando plenamente todo el espectro sonoro. Habría que volver a leer El arte de los ruidos de Luigi Russolo, o el Manifiesto Futurista de Marinetti, para comprender el alcance del esos sonidos como metáfora de poder y de cambio sociocultural. Como los futuristas, Miller exalta a las máquinas, la lucha por el poder a través de la agresividad, la guerra, la fuerza, la velocidad, el caudillismo, y por último la destrucción. 

Algunas de las secuencias de persecución mantienen un tono intencionadamente brusco, en contraposición con la quietud eterna del desierto, que sigue y seguirá durante siglos. Tal vez desde esa perspectiva podamos encontrar otra dualidad en la propuesta fílmica del director. Que en realidad es lucha del silencio del desierto contra el ruido de los despojos de la civilización desaparecida décadas antes. 

"…íbamos aplastando contra el umbral de las casas a los perros guardianes, que quedaban estrujados bajo nuestros neumáticos quemantes como cortafuegos." (Marinetti)



La dicotomía principal en el plano sonoro se concentra en el silencio del desierto, degradado por tormentas y demás acciones climatológicas, y también en la bestialidad inhumana mediante ruidos generados por los motores de esos vehículos-herramienta.  Furiosa usará esa bestialidad que la ha hecho sobrevivir contra sus enemigos. La experiencia desgarradora de su secuestro, supondrá una fractura vital que marcará su carácter para siempre. Del idílico paisaje casi de ciencia ficción tras la hecatombe, a la frialdad humana del desierto, la protagonista vivirá una inmersión total para contraatacar en el momento oportuno. Pasarán años, y mientras tanto se readaptará al servicio de la élite sanguinaria. Era eso o la muerte en el submundo lumpen reflejado en esas "madrigueras" de la parte inferior donde la mendicidad radical al borde del canibalismo, existe (que no sobrevive) como puede.

Miller deja poco espacio para el ámbito íntimo. No se recrea lo más mínimo en desarrollar el crecimiento psicológico de los personajes, plantados desde el minuto uno en la violencia extrema. Lo más cercano a ese precepto son los silencios, las nulas palabras (presididas por su mirada) de Furiosa. Sin ambivalencia, la precuela ahonda en el sufrimiento de ella por la separación trágica de su familia, mostrando la afición por la venganza como forma extrema de justicia. Furiosa no tiene otra opción si quiere volver a sus orígenes. Y su reinvención en Furiosa (no destripo más) es la clave para mantenerse viva durante años. 

La deriva (en el buen sentido de la palabra) que irán tomando los acontecimientos hasta el desenlace que se emparenta con la película del 2015, no va engaña a nadie. Ya que los espectadores viajan también en esa road movie infernal sin esperanza de un regreso a la etapa anterior. Eso tal vez sea lo más desolador, la concienciación de que no hay camino de retorno al pasado. El mundo, tal y como conocemos, fracasó. La desolación es el clima imperecedero de ese desierto asfixiante que se refleja magistralmente en la fotografía. 

Los colores dorados y cálidos son en realidad el frío del alma. Y la pulsión de vida es radiografiada en los ruidos bellos de los motores de motos, coches y camiones de esa nueva sociedad incapaz de generar más allá de la muerte y la tortura. Bueno, sí saben fabricar mediante el reciclaje, caballos metálicos de gran cilindrada.


Nota: 4/5

28.4.24

Armonías extremas. La fusión de ruido y ritmo. Disco de Meat Beat Manifesto y Merzbow


Dos mentes en sintonía que provienen de las aristas de la música electrónica más influyente y radical se han unido para publicar un EP llamado "Extinct", que publica el genial sello Cold Spring. Me estoy refiriendo a dos monstruos de culto: Jack Dangers (Meat Beat Manifesto) y Masami Akita (Merzbow). Ambos son venerados por su influencia en la música de baile electrónica, en el caso de Meat Beat Manifesto, y del noise japonés en el caso de Merzbow. 

"No podemos hablar el mismo idioma, pero en el vórtice del sonido, hay una comprensión cruda y primaria que trasciende las palabras. El ruido puede ser arte, una representación visual podría ser tal vez Nº5 de Jackson Pollock, un plexo de caos redefiniendo lo que la música puede ser y podría ser. Empujar los límites con Masami no fue solo una aventura musical, fue una clase magistral en anarquía sónica". (Jack Dangers).


La música electrónica ha evolucionado mucho en muy pocas décadas, generando una amalgama de estilos y subgéneros que en la actualidad pueden convivir, como en el caso de los protagonistas del disco. Todo un ejercicio estilístico de notable interés que hará las delicias de sus seguidores, posiblemente más del nipón por el uso de sonidos extremos habituales en su discografía extensa. Eso sí, están arropados inteligentemente por ritmos quebradizos, afilados y agresivos de Meat Beat Manifesto, que no se queda atrás en el uso visceral de bombos y cajas, recordando en ocasiones a las producciones de Container.

Este disco es un desafío más que intenta traspasar nuevamente las barreras tradicionales. Y el caso es que lo consiguen. Exploran hasta satisfacer a los oyentes necesitados de nuevas propuestas sonoras, aunque sin impactar con su propuesta. La interacción de ambos en los dos temas que aparecen en el disco es equilibrada, aunque desconozco el método de trabajo que han tenido ambos proyectos. De principio a fin se modulan ritmos mientras que los ruidos son manipulados hasta el salvajismo habitual de Akita. Los ritmos no son bailables, aunque en realidad todo puede bailarse, ¿verdad? 

Dangers y Akita convergen en este proyecto que posiblemente no tenga continuidad a corto o medio plazo. Se quedan, a pesar del interés de la propuesta y los nombres de sus protagonistas, en un divertimento más dentro de lo que son sus dilatadas y reivindicadas carreras. Para impactar hoy día se necesita algo más, y dudo que hayan invertido mucho tiempo en la producción del disco.


En mi opinión no han llegado a traspasar las fronteras estilísticas "convencionales" de las músicas anómalas y minoritarias, esas que están dentro del vanguardismo. Aun siendo un disco interesante y disfrutable, por separado pueden sintetizar mejor sus ideas, llegando sin duda a cotas artísticas más altas. Hay nuevas texturas, pero realmente no inventan nada. El ruido aparentemente controlado genera pulsiones con la estructura rítmica con habilidad suficiente para destacar entre la marea de publicaciones, pero dudo que sea un disco considerado entre lo mejor de este 2024. Y si lo está será por la importancia de quien firma el trabajo.

Es un buen lanzamiento, pero sus atmósferas explosivas se quedan a medio camino entre el ejercicio estilístico sin más y una obra mayúscula capaz de sobrevivir con el paso del tiempo. También denota un aire a ensayo de lo que tal vez hubiera sido un disco de larga duración con más tiempo de maduración. Podría decir también, sin entrar en contradicción, que supera el nivel de muchos discípulos de ambos, ya que la sutilidad y el uso de recursos bien trabajados durante décadas, se aprecian por momentos en las dos canciones: "¡Flakka!" y "Burner".

"Extinct" es un paso interesante que me recuerda a un Steve Reid como si estuviera endemoniado y esclavizado en lun inframundo ruidista y brutalista. Pero la audacia se queda a medio camino en esta exploración dual de dos de los proyectos más influyentes para mí en décadas. Lo que sí demuestra es que el ruido es arte, así que como nota, se lleva un aprobado para un disco que hará las delicias de los amantes de lo arriesgado. 

3/5


22.2.24

RESONANCES OF RESISTANCE: SONIDOS EXPERIMENTALES PARA GAZA



Resonances Of Resistance: Sonidos experimentales para Gaza, es un recopilatorio sin ánimo de lucro que el sello República Ibérica Ruidista publica en formato digital, a partir de la convocatoria abierta del artista sonoro Sergio Sánchez para apoyar al pueblo palestino en su lucha por la libertad y por denunciar el genocidio y los crímenes de guerra del Estado de Israel.

En el disco (gratuito) podréis escuchar las diferentes propuestas sonoras experimentales que, desde el eclecticismo, se vertebran a través de la solidaridad de los artistas participantes con Gaza. Un gran número de grabaciones han sido recibidas, cubriendo ampliamente las expectativas generadas ante la justa propuesta de apoyo al pueblo palestino. 

Muchos estilos y subgéneros suenan en este amplio recopilatorio: improvisación libre, electroacústica, noise, ambient, industrial, etc. Los participantes seleccionados manifiestan públicamente su total solidaridad con Gaza y el pueblo palestino, exigiendo un alto el fuego inmediato, la paz en el territorio, y denunciando el genocidio que sufren los gazatíes.

La máxima prioridad ahora mismo es parar el exterminio sistemático y organizado por parte del Estado de Israel y EEUU, máximos culpables de tal masacre. Los artistas participantes defienden el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, a ser independientes, y a vivir en paz sin opresión. Gaza y Cisjordania son las dos cárceles al aire libre más grandes del mundo, y sus habitantes viven en condiciones infrahumanas con un continuo aparheid donde no se respetan los derechos humanos más básicos.

Más de 80 grabaciones de decenas de músicos experimentales (incluido un video de Los Voluble) y 7 horas de música, ofrece República Ibérica Ruidista en este recopilatorio solidario, una interpretación sónica de lo que está sucediendo en Gaza. 

La gran mayoría son temas inéditos, creados ex profeso para la ocasión. En un principio el título del disco se titulaba «Gaza. Un nuevo holocausto» y las donaciones serían para Save The Children, pero tras una reflexión tras recibir información de primera mano sobre las ayudas que reciben los palestinos, y por el el ataque de Israel a la organización que más apoya directamente en el terreno, se ha optado por pedir una donación la UNRWA, la agencia de la ONU que de ayuda a los refugiados y refugiadas de Palestina por un futuro digno. El nuevo título digamos que es más combativo y positivo.

Más de 2 millones de personas, la mayoría mujeres y niños, están secuestrados en su propia tierra y siendo aniquilados por un Estado que se cree con la impunidad (gracias al imperialismo de EEUU) de asesinar inocentes. En el momento de la publicación de este disco, hay más de 28 mil civiles asesinados, violándose todos los derechos humanos conocidos (Carta de Derechos Humanos, y Convención de Ginebra), lo que ha provocado el desplazamiento de 2 millones de personas. Hay que parar este genocidio ya.

Y toda ayuda, aun siendo simbólica, es necesaria. Los palestinos deben saber que no están solos, que la gran mayoría de los pueblos del mundo están con ellos, y no con Israel y su cómplice EEUU. Son ya más de 70 años de guerra, genocidio y aparheid. No podemos quedar impasibles o mirar hacia otro lado.

El mundo de la cultura, y concretamente el de la música, tiene la obligación moral de apoyar al oprimido y denunciar al opresor. Se han firmado manifiestos, pero aún no se ha publicado un disco de apoyo explícito sobre Gaza y Palestina. Una vez más, los silenciados músicos experimentales (y en ocasiones denostados), somos los que más activamente participamos en reivindicaciones justas, sin mirar para otro lado, como sabemos hacer, trabajando con los sonidos. Muchísimas gracias a los participantes por su altruismo, solidaridad. Los aquí presentes son los más valientes de la escena.

Los crímenes de guerra de Israel deben ser juzgados. Nuestro lugar está con la justa causa del pueblo palestino.

Y por último, pero no menos importante, República Ibérica Ruidista os pide un pequeño gesto, un momento de vuestra existencia para apoyar al pueblo palestino. ¿La mejor manera de hacerlo? Una donación económica, por pequeña que sea, ya que estaréis ayudando directamente a esos niños con un futuro que tristemente se cuenta por horas, porque no se sabe si una bomba caerá sobre sus cabezas.

Unos pocos euros pueden salvar vidas (luz, medicamentos, comida, agua, ropa).Vuestras donaciones al siguiente enlace oficial de la UNRWA. Gracias.

¡Viva Palestina Libre!

DONATIVOS: https://secure.unrwa.es/donativo


18.2.24

Los Voluble & Jazznoize - Palestina Libre

Este es el video creado por Los Voluble con mis sonidos experimentales, a modo de colaboración para el disco tributo y de apoyo al pueblo palestino. Se incluye en el disco donde aparecen una buena parte de la escena experimental española, y que publica el sello República Ibérica Ruidista. 

14.1.24

Recopilatorio del sello República Ibérica Ruidista en apoyo a GAZA.


El sello de música experimental República Ibérica Ruidista lanza una convocatoria abierta para un recopilatorio en apoyo a Gaza.



El músico murciano Sergio Sánchez (conocido como Jazznoize) lanzó el viernes 12 de enero una convocatoria abierta para músicos dentro del ámbito de las músicas experimentales. Las composiciones seleccionadas se publicarán en formato digital en el sello, siendo el plazo de entrega el próximo 1 de febrero. Las especificaciones de envío, formato de audio, etc, se encuentran en las redes sociales del artista (Facebook, X, e Instagram). El título será "Gaza. El nuevo holocausto". En el disco se escucharán las diferentes propuestas estéticas que estarán unidas por la solidaridad de los artistas con el pueblo palestino, por la exigencia de la creación del Estado de Palestina y un alto el fuego inmediato que proteja a la población civil, y por el llamamiento para que los culpables del genocidio y terror perpretado por el Estado de Israel (con apoyo directo de EEUU) sean juzgados por un tribunal internacional.

El dinero recaudado (5 euros) con la compra del disco será donado a la UNRWA.


El plazo final para el envío de los audios es el 1 de febrero.

Debe enviarse en formato WAV, al correo electrónico jazznoize@hotmail.com a través de WeTransfer. 





República Ibérica Ruidista launches an open call for a digital compilation in support of Gaza.

DEADLINE: February 1st.
Wav audio.
WeTransfer to jazznoize@hotmail.com
Title of album: "Gaza.The new holocaust."

Experimental sounds united with the Palestinian people, by the demand for the creation of the State of Palestine and an immediate ceasefire that protects the civilian population.
The money raised (5 euros) from the purchase of the album will be donated to Save The Children.

10.1.24

Niblock, maestro del minimalismo.

Phill Niblock 1933–2024 RIP.



Efectivamente, Phill Niblock ha muerto. Era uno de los grandes popes de la música experimental, difícil se hacía entender la música electrónica más alternativa sin él. Pero no hay que estar tristes, ha tenido una larga vida haciendo la mayoría de años lo que quiso, vivir de su trabajo, publicando discos durante más de 70 años. Grabando horas y horas. A saber el fondo de catálogo sin publicar que debe tener. En ese aspecto ha sido un privilegiado, ocupando así un lugar destacado en la historia de la música. 

También fue fotógrafo y cineasta. Amante de lo analógico, el formato acústico, y más tarde lo digital, cabe destacar, como indica el prestigioso sello Touch (su casa musical), su última colaboración con ellos, "Working Touch", en formato de pendrive USB de 22 GB con nuevo material. Supongo que era su obra póstuma, su despedida, o algo así. 

Para quien no conozca a Niblock, deben saber que de su generación los nombres y apellidos de renombre eran míticos: Subotnik, Alvin Curran, La Monte Young...

Descanse en paz.

Pincha en la foto.




7.1.24

Infraloop - Live at Atronador Fest - MATE


Extracto en video del concierto que ofrecí en el espacio cultural Las Cigarreras de Alicante.
En el Atronador Fest. Bajo mi alias Infraloop. Algunos de mis trabajos con ese heterónimo están publicados en República Ibérica Ruidista