Compendio de escritos relacionados con la música experimental, la escucha atenta, el cine y otros ámbitos del arte. Sin estructura y sin regularidad en las publicaciones, pero con cierta densidad y cercanía. [Sergio Sánchez]
"El ruido superficial es el sonido del tiempo. Escuchas y te das cuenta de que el mundo ha seguido adelante sin ti". (Philip Jeck)
Con motivo de la celebración el 18 de julio del World Listening Day (WLD) para concienciar sobre la importancia de la escucha en nuestras vidas y en el mundo, publico la referencia 101 de República Ibérica Ruidista titulada "Los sonidos del límite en Altea", un trabajo sonoro que reúne una serie de grabaciones de campo realizadas entre 2023 y 2024 en un paraje natural situado en las afueras de Altea (Alicante, España).
Un lugar especial donde abundaba la Arundo donax. Un cañaveral que invadió la desembocadura del río alicantino en un área de 50.000 metros cuadrados entre el puente de la autopista AP7 y el mar. Pero ha sido eliminado para evitar inundaciones y propagación de especies invasoras. La desembocadura del río Algar es un entorno híbrido, donde confluyen el monte bajo mediterráneo, antiguos bancales de cultivo, acequias, y barrancos de piedra caliza, configurando un paisaje sonoro rico en texturas, capas y silencios.
Durante las sesiones se emplearon micrófonos de contacto, hidrófonos, un geofón adosado al puente (muy transitado) que preside el lugar, y pequeñas grabadoras Zoom y Roland en campo abierto. Estas técnicas permitieron capturar fenómenos acústicos imperceptibles al oído desnudo: las micro-vibraciones de la materia vegetal y mineral, la resonancia del agua bajo tierra, el ruido eterno de los coches al cruzar el puente, o las tensiones invisibles que atraviesan el territorio cuando el viento, el sol o la fauna lo modifican.
El resultado no busca una representación fiel del entorno, sino una escucha expandida: una atención radical que transforma el espacio en cuerpo resonante. En estas piezas se entrelazan el canto distante de un ave, el goteo incesante en una cavidad calcárea, el zumbido de un insecto sobre una hoja metálica, el crujido térmico de una roca, o el eco filtrado de una actividad humana apenas presente.
Este disco propone, por tanto, un tipo de escucha en el que el tiempo se dilata y el paisaje revela una memoria no escrita. Cada fragmento sonoro es una grieta en el presente, un acceso al subsuelo invisible del mundo.
Tras visionar Sirat en una sala de cine, me propuse investigar un poco sobre la película de Laxe mediante algunas de las entrevistas que ha concedido a los medios de comunicación. Quería poner en contexto alguna de las reflexiones que extraigo de esta gran película ganadora de un premio en el Festival de Cannes. Para mi sorpresa, pude comprobar que el director no solo estaba bien asesorado al respecto del mundo de las raves con los típicos estudios cual escritor de novela histórica, sino que dado el calado en su análisis y aporte sobre esta subcultura electrónica, entendí (apenas conozco de él lo que deduzco de sus películas, sin entrar en su vida personal) que él forma parte (a su manera) de esta comunidad a-sistema que reproduce estados mentales (mediante química y volumen sonoro) similares a lo que los druidas del pasado pretendían en sus sociedades antiguas.
Sirat está siendo aclamada allí donde se presenta, en cada una de las salas de nuestro país, con una excelente recaudación para ser cine no comercial. Con el Premio del jurado en Cannes bajo el brazo como carta de presentación la película de Laxe se ha convertido en todo un fenómeno capaz de llenar salas de cine, con la dificultad que conlleva por el mero hecho de ser una película española.
Unir cine de autor con cultura rave era una apuesta muy atractiva, y dado el planteamiento y situación en la que se encuentran los actores con sus vivencias, todo parecía apuntar a la típica película endogámica para super cinéfilos y tribus culturetas elitistas. Pero la historia y las reflexiones que plantea Sirat, más allá de si se está de acuerdo con ellas o con la forma en que se plantean, son en realidad universales, y trascienden más allá de lo que practican, especulan y desarrollan una ínfima minoría de la población que como nómadas del pasado practican una huida a su pasado personal, sus infiernos interiores, o su opresión por un capitalismo dominante que recorre todo hasta provocar asfixia física y mental.
Me decidí a escribir unas líneas tras escuchar en boca del director el nombre de Spiral Tribe, uno de los proyectos filosóficos y de vida más contundentes del mundo que rodea la música techno desde finales de los años 80 con el inicio del segundo verano del amor (acid house) y las posteriores fiestas ilegales (raves) en el Reino Unido que fueron perseguidas legalmente y desde el Parlamento por los tories (Thatcher y más tarde John Major). Era la archiconocida Criminal Justice Bill de los inicios de la década de los noventa del pasado siglo. Tras la proliferación cada vez más masiva de fiestas rave, se legisló contra ellas recortando libertad de movimiento en ciertos aspectos y lugares públicos para impedir el crecimiento de esta cultura que plantaba cara, a su manera, a las políticas ultra capitalistas del gobierno conservador. Se llamó Public Order and Criminal Justice Act, lo que provocó una serie de protestas multitudinarias en todo el país. Los llamados travellers o crusties (de forma despectiva) se rebelaron contra esa ley que consideraban criminal. Aún recuerdo grabar en cinta VHS videos en la MTV del grupo británico The Drum Club, mis travellers favoritos, o del grupo de rock, electrónica y rap Senser, que llegaron a actuar en directo en tierras españolas (Espárrago Rock).
Numerosas asociaciones, grupos organizados, grupos de música (Dreadzone, Spiral Tribe, The Drum Club, D*Note, etc) se manifestaron, pero no pudieron detener la ley que comenzó a aplicarse en todo el territorio. Hay constancia en videos musicales que muestran aquellas protestas, como el de Dreadzone y su canción Fight the power, parafraseando la mítica canción del grupo de rap estadounidense Public Enemy.
Volviendo a la referencia capital de Spiral Tribe, hay que recordar que armaron un sello discográfico, Network 23, y que uno de los miembros de su Asociación se llamaba Jeff 23. De ahí que el número 23 tuviera un significado más allá que el numérico. Se convirtió en un elemento definitorio de la cultura techno alternativa al universo hedonista de los clubes de las islas, y del resto del mundo. Un guiño a esta cultura hubiera sido renombrar la película como Sirat 23.
De los estertores de todo aquello, sobrevivieron grupúsculos que mantuvieron la llama, el espíritu de aquel movimiento neo hippie, ciberdélico, y a sistema (no se enfrentan directamente) que de forma dispersa seguían celebrando en distintos lugares de Europa, África y Asia (Goa es un referente para los niños de papá que desean vivir experiencias sensoriales bajo el consumo de drogas psicodélicas y alto volumen de música trance). En España se mantuvo, tras el bajón de la fiebre hard techno en la zona de Valencia y posteriormente Cataluña, esta cultura en algunas zonas del país, organizando fiestas que atraían a distintos grupos de otros países (Francia principalmente) y que se celebraban en lugares apartados y poco poblados de nuestra geografía. También en lugares más remotos como los que refleja el director de este film: Marruecos y zona del Sáhara Occidental con la frontera con Mauritania.
Es importante destacar (y así refleja Laxe a estos personajes) la importancia que reciben los protagonistas, donde examina el verdadero significado de esta subcultura que va más allá de lo meramente juvenil y hedonista. Y que muta en la forma que vemos por esa ley reaccionaria y restrictiva que se aplicó en el Reino Unido allá por 1994.
Aparte del punto de inflexión a mitad de la película, que obviamente abre "otro melón" filosófico, lo que me gustaría destacar, además de la soberbia banda sonora que nos sitúa más allá de lo meramente estético y la fotografía (un protagonista más integrado a la perfección) esplendorosa, es ese culto tan bien explicado en el inicio del film, el del neo totemismo posmoderno que ahora se muestra con esos monolitos sónicos llamados altavoces, cajas, subwoofers, etc, que se enfrentan a una sociedad globalizada que consume a una parte de la sociedad. Esto se ha agudizado tras la pandemia del Covid-19, adoptando una forma espiritual donde la fe se mueve en forma de ondas sonoras a grandísimo volumen. La introspección, ese castillo interior al aire libre, se genera mediante bombos intensos y rítmica repetitiva y minimalista que te eleva a ese otro éxtasis llamado trance (musical).
La película llama en todo momento a una esencial frase convertida casi en dogma por los travellers, que en pleno inicio de una supuesta III Guerra Mundial cobra todo su sentido: Free music for free people. Un lema que significa anticultura por ser un rechazo a las normas y valores capitalistas impuestos por la sociedad dominante.
Laxe muestra a la perfección esta idea, además de otras como la autogestión e independencia como formas de vida, ya que se puede comprobar desde las primeras secuencias que esas raves están organizadas de forma colectiva y autónoma, en contraposición (en la práctica, no solo en la teoría) al capitalismo. Con una lógico rechazo al beneficio inmediato y a la acumulación de riqueza mediante la explotación del hombre por el hombre. El niño que busca a su hermana es el primero que lo entiende, no el padre, que está más "intoxicado" de la ideología dominante, tiene el deseo de compartir lo que tiene porque ve otra practica social en los travellers.
Por no hablar de esa potente idea sintetizada en tres palabras; Do It Yourself (DIY), que genera su propia cultura, readaptando todo lo que encuentran (esa secuencia en el castillo interior de cuatro ruedas donde se reparan esos inmensos tuits de altavoces. O de esa cultura viajera que salta de zonas autónomas a otras, de forma temporal, como cuando emigran las aves o los mamíferos buscando otras temperaturas, agua, comida. Y que buscan una especie de autogestión proto estatal, o anti estatal de trueque y cooperación social.
Mi ideal de esta subcultura que usa la música electrónica techno (no siempre esa música)va más allá de una asociación ácrata sin mandos ni organización, sin objetivo alguno o misión que la de compartir sus gustos musicales y ver la vida pasar sin plantear una alternativa real al sistema dominante. Es cierto que en la película se refleja algo de este espíritu de huida constante de gente que no encaja o no quiere pertenecer al engranaje de una máquina mortal y sanguinaria en muchos sentidos. Lo interesante de todo esto es que estos soundsystemDIY itinerantes son espacios isla donde no existen las jerarquías y donde se prioriza básicamente la comunión (no en un sentido estricto religioso) a través del baile, de la danza.
La definición de Laxe "las raves son una comunión de cicatrices..." me parece muy certera. En la película vemos la estética de los personajes inmersos en una catarsis colectiva mediante el trance, a través del ritmo repetitivo, hipnótico, con tatuajes (las nuevas cicatrices) e incluso mutilaciones o problemas congénitos en sus extremidades que no son barrera para la búsqueda del éxtasis por la electrónica. Porque lo importante siempre es sentir el ritmo y despojarse de las miserias de la vida monótona, inflexible, y mortal (en vida). Bailar es la única salida para ellos/as, bailar hasta el fin, sin descanso hasta el amanecer.
Por tanto, la catarsis es colectiva. Rave, danza, éxtasis, liturgia química y finalmente liberación (aparente) de una realidad paralela opresiva. Y el carácter liberador de las fiestas ilegales es total.
Al día siguiente de ir al cine volví a releer el libro Derecho a la fiesta, de Harry Harrison, uno de los colectivos rave más importantes, y que tiene como hilo conductor con Sirat esa idea central de libertad, comunidad, transgresión, y "espiritualidad". De búsqueda, a través de la fiesta de una acción político-existencial que de poder a la gente para evitar la homogeneización y el control social.
De ahí que en toda la película se sucedan secuencias e imágenes poderosas representando conceptos como:
Colectividad ritual: la música repetitiva actúa como liturgia, un credo sin palabras, que une a los cuerpos bajo valores similares, que no identitarios.
Éxtasis político: la pista se convierte en territorio liberado, un “derecho a la fiesta” legítimo en medio de un mundo hostil.
Fuga y contracultura: a través de una comunidad raver que viaja (película clásica de carretera)para desmarcarse del sistema económico y social que les oprime y esclaviza de alguna manera.
Rito iniciático: ya que tanto en la película como en el libro de Harrison, la travesía, con su desolación incluida, el riesgo del viaje (interior también) y la clandestinidad (son perseguidos por el ejército cuando irrumpe en la fiesta), simbolizan plenamente el paso a una nueva especie de conciencia, un camino hacia otro estado del ser. Y que es ahí donde la vulnerabilidad del film se acentúa con las criticas recibidas por un sector de la crítica especializada que diluye algunos aspectos sobresalientes de esta obra por obsesionarse en un segundo plano por la espiritualidad, por un análisis metafísico del mundo.
Tensión y dicotomía entre libertad-control: el Estado (y sus fuerzas represivas) interviene para reprimir la fiesta. Algo que contrasta con la defensa del derecho a la libertad de expresión mediante un ritual dancístico llamado rave. Es finalmente un acto de resistencia política, y se refleja a la perfección desde el minuto uno en Sirat.
Transformación y cicatrices: son físicas y emocionales, y que se muestran en los momentos más intimistas del fin. Esos ravers, que siempre son presentados en los medios de comunicación como una masa cuasi inhumana y antisocial, llevan en su mochila simbólica cicatrices de la vida capitalista, físicas y emocionales. Y su única cura es la fiesta DIY, su medicina, su salvación que alivia su constante vulnerabilidad. Porque ¿acaso es un crimen bailar y consumir música? ¿No es más bien un proceso de sanación colectiva más allá de un mero escapismo?
Ritos del pasado: tanto la travesía física por el desierto, como las marcas que quedan, participan de una especie de ritual de purificación y renacimiento. Incluso si se producen situaciones límite e intensas.
De entre mis momentos favoritos de Sirat quiero destacar alguna escenas: el apilamiento de altavoces y trance inicial con la llegada del padre y el hijo integrándose en la caravana o más bien comunidad insurgente. Las cicatrices emocionales de los protagonistas y su catarsis colectiva,
el abandono y la sanación interior.
La escena del ejército disolviendo la fiesta como reflejo explícito
de control social y represión del espacio libre, algo importantísimo
para la comunidad raver. Y la fiesta como forma de resistencia y
sanación.
En resumen, Sirat, funciona espléndidamente porque muestra de forma
magistral que la cultura rave, el trance colectivo, y la travesía
espiritual frente al Estado represor, son manifestaciones de un mismo
impulso: recuperar la libertad, la comunión (o colectivismo), y un
modo de vida alternativo.
La tensión entre libertad y control: el Estado
(y sus fuerzas) intervienen para reprimir la fiesta,
esto contrasta con la defensa del “derecho a la fiesta”
como resistencia política. Y así, la fiesta es el último
reducto, hasta sus últimas consecuencias. Porque en medio
del caos, del desastre humano, la celebración adquiere una
potencia máxima simbólica e inigualable.
“Las raves son una comunión de cicatrices… de la cultura
rave me interesa ese elogio de la fealdad y de la cicatriz…
asumir que estamos todos rotos… y buscar curarte… en una
ceremonia en la que bailas, sudas, vomitas y ves tus fantasmas…
La frecuencia cardiaca de Needle In Pain suele ser estable pero con altibajos, 33 latidos por minuto o 45, según diferentes parámetros. Las agujas de los tocadiscos que utilizo sufren dolor. El nivel de estrés y sometimiento de las agujas es alto. El motivo es la alteración intencionada mediante procesos abrasivos y contundentes de los vinilos viejos que son usados para generar sonidos nuevos y alterar los preexistentes que fueron instalados en cada surco de los discos editados. Esta vez como obra de arte en movimiento, ejerciendo una supremacía práctica sobre el cuerpo teórico del proyecto.
O mejor dicho, NIP es un proyecto de donde la teoría se pone en movimiento, con gran importancia en la improvisación mediante la utilización de todo tipo de técnicas experimentales y de DJ estilo hip hop (una de las diferencias con respecto a otras propuestas reconocidas).
Este submundo artístico de lo experimental en lo sonoro no se suele realizar en suelo peninsular. La única persona que conozco que usa de forma constante los giradiscos (alternando instrumentos de viento como el clarinete)es Pelayo Arrizabalaga, un curtido experimentador con una trayectoria impecable. Más allá de las propuestas de este pionero, desconozco la existencia de algo parecido. Fuera de nuestras fronteras, y a lo largo de las últimas décadas, aunque las primeras ocasiones datan de la década de los años 30 del pasado siglo XX.
Algunos nombres de artistas son realmente importantes. Por ejemplo, John Cage, que en 1939 instruyó a dos músicos para manipular vinilos según frencuencia, tono, en tocadiscos de velocidad variable, para su composición "Imaginary Landscape Nº1". Unos años después, en la década de los 60, el checo Milan Knízák, usó vinilos rotos en tocadiscos, siendo su pieza escultórica "Música destruida", una muestra de esos trabajos sonoros. Fue una influencia importante en la obra de otro genio: Christian Marclay. Tal vez, junto con Emil Beaulieau (Ron Lessard) mi gran influencia, además de algunos DJs provenientes de la cultura del hip hop (Kid Koala, Terminator X, DJ Zero... y el techno underground (Jeff Mills).
Esto genera en Needle In Pain una gran riqueza en matices sonoros y propuestas más texturizadas inarmónicas y anti rítmicas a la hora de interactuar con herramientas para generar composiciones como son los vinilos dañados, reconfigurados de distintas maneras. Uniendo dos épocas: la más experimental y salvaje (Lessard y Marclay)con la actual con influencias de la cultura electrónica y urbana.
El nuevo trabajo de Needle In Pain quiere demostrar el carácter escultórico del tocadiscos como ente central generador de obras experimentales en tiempo real. En este caso concreto mediante uso de piezoeléctricos y softwares de efectos.
La publicación es en República Ibérica Ruidista y tiene una edición digital con 8 grabaciones y otra en físico, una obra de arte sonoro, un cuadro con vinilo manipulado con técnicas mixtas que incluye además de los 8 tracks, una grabación exclusiva.