Hoy martes 9 de septiembre ha sido duro. De pena y de lloros tras recibir la llamada de Almudena, pareja de otro gran músico que falleció (Juan Antonio Nieto). Pues sí, al final ha ocurrido lo que no queríamos que pasara. Javier Piñango, se nos ha ido tras una grave enfermedad. Era un amigo, cómplice y padre putativo en lo musical, figura clave en la música experimental y electrónica de nuestro país, pero también alguien con quien compartir una mesa, un café, un cigarrillo y un buen copazo de whisky Cardú mientras sonaba de fondo esa música que tanto nos unía.
Javier fue muchas cosas: músico experimental, explorador incansable del ruido, de la electricidad, de la vibración, de la fisicidad del sonido (en eso era un gran maestro a la altura de los grandes). Gestor cultural irreverente, que no se arrodilló nunca ante instituciones culturales y políticas empeñadas en castrar la escena underground musical en España. Y también director de Experimentaclub, uno de los festivales más importantes de música electrónica y experimental en Europa, que marcó un antes y un después en nuestra manera de entender la creación contemporánea del siglo actual.
Pero detrás de la figura pública había un hombre cercano, directo, irónico. Le gustaba Facebook —su red favorita— porque allí podía desplegar su pensamiento sin filtros, compartir música, ironizar sobre lo que él llamaba con sarcasmo el “ambient bonito”, género que nunca fue de su devoción. Lo suyo era otra cosa: la intensidad, el riesgo, el ruido como latido vital.
En lo personal, Javier fue la primera persona que confió en mí cuando apenas llevaba tres años mostrando mi obra, después de solo dos conciertos sin salir de Murcia. Esa confianza temprana habla de su carácter, de sus buenos principios y de un altruismo radical: nunca le importaron el bagaje previo, los seguidores en redes sociales o los nombres consagrados. Lo que le interesaba era la autenticidad, la emoción y la apuesta por una escena cultural ibérica e iberoamericana que pudiera mirar de frente y sin complejos, al imperio cultural anglosajón.
En nuestras conversaciones infinitas y en nuestros breves encuentros hubo complicidad, sabiduría compartida y risas. En 2023 lo trajimos a Murcia con la Asociación Intonarumori para el Festival FASME, y aquella experiencia quedó grabada en quienes tuvimos la fortuna de escucharle y acompañarle. Y qué decir de esas veladas interminables que se alargaban hasta el amanecer, entre humo, whisky y la convicción de que estábamos construyendo algo más grande que nosotros.
Javier fue, además, un motor inagotable de proyectos: el sello Triquinoise, la revista Noise Club, o grupos como Cerdos, Mil Dolores Pequeños, Destroy Mercedes o Druhb. Fundó también junto a otros artistas Por Caridad Producciones, colaboró con Anki Toner en el proyecto Ankitoner Metamars, fue el 50% de Rally!, y en los últimos años apostó por su proyecto en solitario i.r.real, una exploración radical a partir de la deconstrucción de la masa sonora generada por el sintetizador Korg MS20, su inseparable compañero. Su obra musical y editorial seguirá siendo referencia para quienes entendemos que la cultura debe ser siempre un acto de insumisión y libertad.
Su cuerpo ha colapsado, pero su figura no. Javier sabía mejor que nadie que somos únicamente materia, vibración que un día cesa. Y así se ha ido: en silencio, sin mediar palabra, practicando de forma radical un silencio afligido en los últimos momentos de su desintegración física. Estoy desolado por lo tremendamente difícil que resulta escribir sobre alguien que aprecias, un amigo, y más aún cuando faltaba una semana exacta para poder encontrarte con él en su residencia de las últimas semanas, el hospital Gregorio Marañón.
Pero queda lo que él mismo nos enseñó: su recuerdo, sus proyectos, su música, su irreverencia y su forma de vivir el arte como un espacio de libertad. Ese legado, tan humano como sonoro, seguirá latiendo mucho más allá de la materia. La última vez que nos encontramos fue en Alicante, en el Festival Atronador, justo un día después de su participación en el Festival FASME, de la Asociación Intonarumori. Al fin pude traerle al secarral de Murcia para que los habitantes del sureste disfrutaran de despiece sónico de su viejo y querido Korg MS 20. Esta tarde, mientras escribo estas palabras escucho su último disco publicado, el fantástico Disco Talgo, publicado por el sello andaluz Gruppo Ungido. Y también todas las colaboraciones que de forma altruista realizó Javier para los diferentes proyectos colectivos de carácter político que organicé para mi sello República Ibérica Ruidista (el 15M, el genocidio en Gaza)o en colaboraciones para obras mías como el disco Instruments. No quiero olvidar también que me invitó a participar con un disco en su extinto netlabel exp_net. Casualidades de la vida, el título del album se llamaba igual que este blog: alrededor del sonido. Buceando en su música, en sus incontables proyectos, destaco cuando conocí por primera vez su música con Mil Dolores Pequeños (que hicieron crujir la escena acomodada indie de la época), sus discos de Destroy Mercedes que radiaban en el programa de Ordovás, y que tanto me gustaban, nuestras conversaciones sobre discos que publicó en Por Caridad Producciones, como el de Fitzcarraldo (Granero responde ovejas) o el mensaje que lancé a un correo de experimentaclub y que de forma sorprendente fue leído.
Hoy me queda, tras el abatimiento por la noticia, el agradecimiento, el cariño y el respeto profundo que siempre he tenido hacia Javier. Él lo sabía. Su ausencia duele, pero su ejemplo nos seguirá iluminando. Atrás quedan las palabras, las noches, los conciertos y esa confianza que me dio cuando más la necesitaba.
Que el ambient bonito te sea leve, querido amigo. Y que tu ruido siga resonando en la muchísima gente que te apreciaba.
Uno de sus últimos conciertos. El Festival FASME 2023. Centro Párraga, Murcia.