Como bien dice el protagonista de esta reseña, continúa cierta tradición de A. L. Guillén de dar luz a registros en directo que aporten destrucción creativa de sus trabajos en estudio.
Éste, en concreto, recoge el "sparagmos espontáneo de múltiples fugas improvisadas y amalgamadas sobre el cuerpo rítmico geométrico de Pulse Emancipation", Gruppo Ungido dice , y edita. Desgarro operado en el primer FASME festival de la Asociación Intonarumori murciana (Larga vida!reclama el músico granaíno).Centro Párraga, Murcia, 24 septiembre de 2023
Hay noches en las que el sonido desborda su propia condición y se convierte en un cuerpo vivo, turbulento, ardiendo en su propia respiración eléctrica. La actuación de A.L. Guillén en la primera edición del Festival FASME (juevñes 24 en el Centro Párraga de Murcia), fue una de esas noches: un instante suspendido en el que la materia sonora parecía recordar su origen salvaje antes de que la domesticara la música.
Guillén entró en el espacio como quien introduce un mineral desconocido en un laboratorio: sin certezas, sin relato prefijado, confiando en que la vibración misma revelaría su arquitectura secreta. Su música —si aún cabe ese nombre cuando el sonido se emancipa, cuando rehúye la forma y se vuelve organismo— circulaba por el Espacio 0 como una criatura insurrecta. No buscaba agradar, ni ilustrar, ni justificar: buscaba existir.
En aquel directo, cada gesto era una grieta. Cada fricción, una declaración de guerra al silencio confortable. Cada acumulación de ruido, un manifiesto de presencia. Al mando de su guitarra construyó una topografía cambiante, pulsante, donde lo micro y lo colosal se rozaban sin jerarquías. Sonidos encontrados, objetos convertidos en prótesis tímbricas, texturas que parecían llegar desde un territorio que aún no ha sido cartografiado por la escucha occidental: todo ello formaba un paisaje que nacía y se deshacía a la vista, como si la improvisación fuera un animal que estuviera recién aprendiendo a caminar.
Lo que ocurrió aquella noche no fue una “pieza” ni un “tema”. Fue un viaje sin mapa. Un proceso. Una interrogación luminosa para cerrar la primera jornada de nuestro festival. Guillén trabajó el sonido como quien talla una roca volcánica: sin miedo a la aspereza, confiando en que el relámpago oculto en el interior se dejaría ver si se golpeaba en el ángulo preciso. El público —ese coro silencioso que respira a oscuras— asistió a una ceremonia donde la escucha se convirtió en responsabilidad y en riesgo. No había distancia: cada vibración tocaba directamente el cuerpo, y cada silencio abría un precipicio donde algo podía aparecer o desaparecer para siempre.
Este disco documenta aquella aparición irrepetible. No reproduce un concierto: lo invoca. No busca fijar; busca prolongar el temblor. En su interior late la insistencia de Guillén por hacer del sonido un acto de resistencia, por recordar que hay zonas del oído —políticas, emocionales, subterráneas— que solo se activan cuando el arte renuncia a sus ornamentos y se entrega al vértigo.
Quien escuche estas grabaciones no encontrará la comodidad de la forma cerrada. Encontrará, en cambio, un territorio de pulsaciones inciertas, un laboratorio en combustión, una apuesta radical por el presente. Aquí queda, registrada para quien quiera aventurarse, aquella noche murciana en la que el ruido se volvió memoria y la memoria, fuego.
La actuación de Antonio Luis Guillén en el Festival FASME (Intonarumori), en el Centro Párraga de Murcia, encendió un territorio sonoro donde la improvisación se volvió rito. En este registro late la intensidad de aquella noche: texturas indómitas, silencios tensos, estallidos eléctricos y una escucha que se despliega como un gesto de resistencia. Más que un concierto, fue un organismo en movimiento, un laboratorio vivo donde el sonido se liberó de la forma y reclamó su derecho a arder. Este disco no reconstruye: convoca. Y abre, de nuevo, ese espacio donde lo inestable respira".
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